Referencia: 145600 Medidas(cm): 81x55Técnica: OLEO SOBRE LIENZOPeso aprox.(kg): 0
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Pablo Segarra Chías. Nace en Sevilla el 4 de Noviembre de 1945. Desde muy corta edad muestra gran interés por el dibujo y por toda la representación plástica - artística que llegaba a sus manos. Pinta su primer cuadro a los 7 años de edad, comenzaba así una trayectoria de vocación y esfuerzos que llevan hasta nuestros días. A principios de los sesenta se matricula en la escuela de arte y oficios artísticos de Sevilla, asistiendo a tres cursos de dibujo artístico, con alta calificación y aprovechamiento. A continuación asiste como copista al Museo Provincial de Sevilla, teniendo como director al conocido Alfonso Grosso, realizando copias de Murillo, Zurbaran, Virgilio Martoni, Villegas, Gómez Gil y otros muchos y variados artistas, que nutrían las ansias por aprender todo lo que estos autores nos regalan desde sus obras. Con esta base y decantándose por una pintura realista y luminosa, se hace de una clientela que solicita sus obras para su venta, por distintos canales entre ellos en el mundo de la subasta. En 1985 expone por primera vez en Sevilla en la sala Sadartys, en años posteriores en León, Palma de Mallorca y en la sala Durán de Madrid en varias ocasiones. También participa en diversas ferias de arte y certámenes internacionales. Actualmente sus obras están representadas en distintos países de Europa, América y el continente asiático. Porque mi faceta del arte no es la crítica, me resulta difícil expresar por escrito los sentimientos ante esta obra siendo la propia creación la auténtica forma de expresión directa que todos nosotros conocemos. En cualquier caso es norma actual hacer comentarios y críticas entre nosotros mismos. Más en esta ocasión, lo hago con gran agrado de mi buen amigo y compañero PABLO S. CHIAS, a quien siempre dignificaba la ponderación de la obra ajena y valora lo externo en generosa medida. En sus temas aparecen personajes y actitudes que recuerdan al luminoso levante, figuras magistralmente contrastadas por la luz que hace surgir personajes dentro de una estética compositiva y colorista, cuyos modelos nacen de su entorno más cercano, y frecuentes viajes al Mogreb. La configuración de su obra invita tanto al conocimiento de la técnica del bien hacer como al contenido temático. Estas facultades extraordinarias han sido logradas a través de la constancia y de su espíritu investigador; Persona tan querida por su arte y comportamiento humano recibe estos dones de manera natural. Por mi parte, y a mucho más, me queda congratularme de sus éxitos en este apasionado camino del arte, cuya magia encierra lo complejo del mundo de la creatividad. Francisco Borrás Catedrático de la Facultad de Bellas Artes Universidad de Sevilla La pintura es básicamente un homenaje a la luz. Sin luminosidad no existe la pintura. La oscuridad es la negación del color. En ese sentido la búsqueda de la luz del sur es siempre un anhelo para los pintores. Los contrastes de colores creados por la luz cenital fluyen en escalas ascendentes y descendentes desde el levante hasta el poniente. Toda una gama de colores y un fugaz, aunque intemporal, desarrollo de luces y sombras. Ahí nace la pintura. Pero CHIA, con ese innegable virtuosismo para captar el destello cromático del paisaje iluminado, no se queda en la impersonal reproducción mimética del paisaje. Para el nada es la naturaleza sin la presencia humana. Una presencia humana que el pintor busca no en una situación ficticia, sino en la comunión real y primigenia de la naturaleza y el ser humano. ANTIQUARIA Las pinturas de CHIAS se realizan con un sentido cromático iluminador. El oro, los blancos y los carmines son sus colores predilectos y los que mejor le sirven para entonar unas composiciones siempre realizadas básicamente por la correcta disposición de los puntos de luz. Sin embargo, escasos han sido los críticos que han visto -Y es uno de sus aciertos más indiscutibles- la importancia compositiva que tiene las sombras, en marcadoras de una figura o revitalizadoras, de un paisaje, como proyección plástica de una imagen que sin su presencia adquiriría un tono monocorde. Pero CHIAS no impone las sombras, sino que las sugiere como un modo de pintar, como un elemento matizador, y planteado como formulación indirecta. CHIAS hace que Marruecos y Andalucía compartan claridades de mar y desierto, un mundo en el que las sensaciones cálidas son la manifestación inequívoca de un tipo de pintura bien trabajada y volcada hacia la contemplación de la belleza. C. GARCIA-OSUNA Ben Ammar (hijo de Ammar) fue un poeta sevillano del siglo XI. PABLO S. CHIAS recopila en su producción pictórica toda la esencia de una tierra con fuertes reminiscencias musulmanas. CHIAS, de paleta prodiga en colores calientes y limpios, plasma un universo particular de formas austeras y gentes sencillas, cotidianeidad mediata y también constante, siempre presente en la vida espiritual del autor y bellamente representada en sus cuadros. BARRIO DE SALAMANCA, 1994 ¿A qué escuela podemos adscribir la obra de PABLO S. CHIAS? En una primera mirada podríamos relacionarla con Sorolla, por cuanto es una obra embriagada de luz, inmersa en la luz, aunque no luminista. En este aspecto PABLO S. CHIAS podría ser a manera de un impresionista, puesto que su obra se nos aparece como un análisis de la luz por los colores. Pero, inmediatamente, vemos que las figuras que se yerguen bajo los encantos de esa luz aparecen como modeladas, sin aquel cabrilleo mediterráneo en que las formas se deshacen y los colores se definen en toques repentizados. La dicción, aquí, es más sólida, y las cosas -las figuras sobre todo- se ofrecen en una corporeidad más realista. Pues bien, precisamente por ello, por la pormenorizada relación de cada una de las partes con el todo, es por lo que habrá que ver también a PABLO S. CHIAS dentro de ese realismo nuevo que ha expandido la penúltima escuela sevillana, para la cual el mundo es un detallado suceso que hay que retener como un testimonio. No importa si PABLO S. CHIAS alterna su crónica de la realidad inmediata con evocaciones, ni el que -como Furtuny, como Matisse más tarde- se sienta atraído por el colorismo del mundo árabe. A.M. CAMPOY Podemos afirmar que PABLO S. CHIAS constituye un paradigma dentro de este tipo de pintura tan sistemáticamente menospreciada por la crítica como valorada por el público, en el que todo es hermoso y perfecto, tanto en lo que se refiere a la temática como en su ejecución. Una pintura, en suma, incriticable, fruto de un ojo que sabe ver la belleza en las cosas y crearla sobre el lienzo, obra de un pintor serio cuyo dominio de la técnica es total. EL PUNTO, 1994.
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